Este es un proyecto que tenía pensado: pasar los roles a libro. Ayer me la pasé todo el día con el de "To the Last Battle" y próximamente estará el primer capítulo de "A Thousand Years" cuando llevemos un poco más de rol.
Espero que os guste ^^
TO THE LAST BATTLE [ROL]
Los personajes de Nia y Spalen me pertenecen. Aarón y Fauna le pertenecen a Lucía.
CAPÍTULO 1: REENCUENTROS.
Nia estiró los brazos mientras caminaba en busca de alguna buena cafetería. Quizás fuese demasiado temprano como para tomar un café. Pero no era lo que ella quería. La chica buscaba trabajo. Ya había tenido bastante fama en su país como pianista y compositora, pero no era conocida por ahí. Eso es lo que buscaba ella, un reconocimiento. Además de dinero para conseguir pagar sus estudios.
Los rayos de sol le daban directamente en sus ojos verdes, pero no le importaba demasiado. A aquellas horas estos eran leves y tímidos. Aquel suave calor en su cara hacía contraste con el fresco de otoño típico de las mañanas. Comenzó a pensar que quizás llegase a ser famosa.
<< Puede que sea mi orgullo élfico o que no tengo abuela, pero es imposible que a alguien no le guste lo que componga. >>
Y no es que Nia sea una friki que siempre ha estado encerrada en su casa leyendo novelas de fantasía épica o viendo solamente las películas de El Señor de los Anillos , es que en efecto tenía la soberbia élfica, porque aquella era, efectivamente, de esa raza. Una elfa de la luz más pura, orgullosa de serlo. Aquellas personas que habían venido de otro mundo se encontraban allí, haciéndose pasar por humanos más.
Finalmente, pasó por delante de un bar-café. No podía sentirse ningún aroma, debido a que aún estaban abriendo. De forma decidida, sin pensárselo dos veces, abrió la puerta del local con una seguridad increíble.
—Vengo a por el puesto de pianista.
[...]
La rutina de Fauna siempre solía ser la misma. Hacía ya un buen tiempo el que llevaba trabajando en aquel bar-café. A pesar de que, como todo el mundo, sintiese algo de pereza por tener que trabajar después de las vacaciones, era feliz como camarera. El olor a café le resultaba agradable, además de que también podía quedarse a almorzar ahí. Las comidas le resultaban agradables. Además de que su jefe le pagaba bastante bien y era muy simpático.
Después de su ducha, se vistió con su casual uniforme. Aquella falda de color azul con una camiseta blanca. Encima de ella, decidió ponerse una bonita rebeca de punto. Por las mañanas siempre refrescaba un tanto, sobre todo en aquellos tiempos de Septiembre.
Cuando entró en el café, le dirigió una mirada a su jefe, que se estaba encargando de abrir el local. Después de sonreirle cogió un trapo, dispuesta a ponerse con su trabajo: dejar a aquellas mesas tan limpias como deberían estar. Dejó su trabajo al escuchar la campanilla de la puerta, que se acababa de abrir con brusquedad.
Allí se encontraba una joven de cabello oro viejo y ojos verde esmeralda. Su rostro mostraba una gran decisión. No llegó a fijarse del todo en sus rasgos, debido a que aun estaba ocupada limpiando puertas. Iba a abrir la boca para informar de que la cafetería aun no estaba abierta y que volviese en unos minutos, pero la chica habló antes que ella.
—Vengo a por el puesto de pianista.
La miró con curiosidad y después al piano. La verdad es que el bar-café necesitaba ambiente, eso atraería mucho más a la clientela.
—Espere, hablaré con mi jefe—se dirigió a la barra, para hablar con Rodrigo. Parecía el típico hombre encargado de un bar: calvo y regordete. Su rostro dejaba al descubierto qué clase de persona era: amable y simpática. Sin embargo, cuando le contó lo ocurrido le dijo que no había solicitado ninguna pianista.
Fauna se dirigió hacia la desconocida.
—Disculpe, pero él dice que no ha solicitado ninguna pianista... ¿Está segura de que su trabajo era aquí?
Rodrigo se colocó a su derecha, mientras ella le miraba con complicidad. Necesitaban ambiente y a pesar de la juventud de la recién llegada, su rostro mostraba determinación y experiencia. Una seriedad no demasiado común en la raza humana. Y ella podía saberlo perfectamente...
Porque Fauna era un hada.
Nia no había mostrado en ningún momento interés por la camarera, pero la voz se le hacía familiar. Con todo el descaro del mundo, cuando llegó Rodrigo se sentó en una de las sillas del bar. A pesar de que el jefe arqueó una ceja ante su descaro, no dijo nada. Tan solo esperaba una respuesta.
—Ehm... La verdad, es que nadie me ha solicitado aquí.
Carraspeó, antes de levantarse de un salto y dirigirse al piano con ágiles y elegantes pasos típicos de un elfo.
—Peero, ¡un piano tan elegante como este no puede quedarse sin tocar, cogiendo polvo!
Abrió la tapa y comenzó a pulsar unas teclas, pulsando los pedales. Tocó una parte de una canción de una película románticas. De aquellas de las que necesitabas un paquete de pañuelos para secarte las lágrimas. En efecto, Nia estaba tocando “My Heart will Go On” de Celine Dion. La canción de Titanic.
Cuando terminó de tocar, miró a Rodrigo y Fauna con una sonrisa orgullosa.
—¿Qué me dicen? Si quieren saber sobre mi carrera, llevo cien... ¡digo, diez años tocando y componiendo! Además de que me hice famosa por mi ciudad.
—El puesto es suyo, señorita—sonrió Rodrigo. Fauna lo secundó a su vez.
[...]
El mensajero oscuro, si tenía miedo, lo estaba ocultando demasiado bien. Su cara de desinterés era bastante buena. Miraba de reojo a Spalen, que por el tono de sus palabras estaba bastante furioso. Por la calle trataba de ocultar quién era realmente, pero en aquellos momentos no podía debido a lo enfadado que se encontraba.
<< Tiene que ser una broma >> No paraba de repetirse en su cabeza. Por un momento se arrepintió jurar lealtad eterna a los generales oscuros.
—Ya...—el mensajero se encogió de hombros—Eres el primero que he encontrado, por lo que tienes que traerlo hasta aquí como buen peón que eres a las órdenes del Caos.
Antes de que Spalen pudiese detenerlo, el mensajero se evaporó en el aire en forma de humo negro. Soltó un par de maldiciones antes de apoyarse sobre una pared y pensar sobre lo que debería hacer.
Aquel día pensaba que no tendría demasiadas ocupaciones. Tan solo leer el fax que le había enviado Rose, la editora. Las correcciones del nuevo libro. Aun quedaba mucho para que se publicase. Además de que tenía que dar estreno al segundo libro mañana y por si fuera poco era la firma de libros.
En aquellos momentos se encontraba fatal por tener una segunda identidad, usando su nombre verdadero, Alexander. Sí, en efecto, el frío y rígido Spalen era aquel conocido novelista de terror: Alexander CS.
Aquello de tener que trabajar como humano no le importaba. Lo que le tenía de los nervios era que le habían puesto una misión. Y no era precisamente la misión lo que le traía así. Sino que tendría que llevarla a cabo con su antiguo compañero de equipo. Aquel al que dejó de ver hace exactamente cinco años.
<< Al inútil e imbécil redomado de Aarón >>
Se llevó una mano a la sien, cansado. Por los informes que le había dado aquel mensajero holgazán, sabía que trabajaba en un instituto bastante cerca de ahí. Lo que significaba que debería infiltrarse en un lugar lleno de críos tontos y sudorosos.
Podría hacerse pasar por un chico de dieciséis años perfectamente.
[...]
Aarón no tenía demasiadas ganas de trabajar. Aquella hora la tenía libre, ¿por qué demonios debía quedarse en el edificio? Se encontraba cansado, debido a que apenas había tenido tiempo a dormir. Sus instintos vampíricos siempre le molestaban en los momentos menos oportunos. Sobre todo en aquel momento. Era de día. Necesitaba dormir algo como raza semi-nocturna que era. Nada más comprobar que el aula de música estaba vacía, se colgó del techo tal cual murciélago y se dispuso a dormir. Quizás el aspecto sea un tanto cómico y si alguien le pilla allí, le harían millones de preguntas. Pero sus instintos de vampiro eran así.
Su mala suerte hizo acto de presencia. Justo cuando se iba a dejar vencer por el sueño, escuchó como alguien llamaba a la puerta.
—¿Hay alguien?
Su voz sonaba infantil y femenina. Debería ser una de sus alumnas. Ni siquiera le dio tiempo a actuar. Quería dar una respuesta que la dejase en el sitio, pero estaba completamente petrificado ante la alarma. Cuando la chica abrió, soltó un grito de pura sorpresa. Largo, seguramente hubiese alertado a los demás profesores.
—¡El profesor de gimnasia es un vampiro! ¡Ya sabía yo que no era normal! ¡Guapo!
Y se desmayó. Aunque Aarón no quisera admitirlo, le dio miedo que alguien creyese a la niña. Por lo que se escaqueó de la habitación con rapidez y de inmediato se puso a hacer el turno de guardia.
Si alguien viese a la niña, pensaría que se había desmayado por el susto de encontrarse a una cucaracha a sus pies, pero de todos modos se encontraba nervioso.
Nada más hacer la guardia pudo divisar a un alumno que avanzaba hacia él. Ladeó la cabeza. La verdad es que no se fijaba en los estudiantes. Pero aquel le resultaba muy familiar. Tanto que se le hacía desagradable. Cuando lo tuvo a dos metros de distancia ya lo reconoció.
<< ¿... Spalen? >>
Con razón su presencia se hacía desagradable. Antes de que Aarón pudiese pronunciar palabra, el humano comenzó a hablar.
—No preguntes qué hago con el uniforme de estudiante—se había colado en el instituto, cogió a un estudiante de diecisiete años, lo golpeó y lo encerró en el cuarto de mantenimiento mientras le quitaba la ropa para ponérsela él—, yo también me alegro de verte.
Por supuesto, esas palabras estaban llenas de sarcasmo.
—Tenemos una misión—continuó—y para mi desgracia voy a tener que formar equipo contigo. Así que termina tu turno y date prisa.
Aarón se encontraba casi tan molesto como él. No es que tan solo aquel crío le hubiese interrumpido en su trabajo y le diese órdenes así como así. Ya tuvo que soportarlo cuando tan solo era un niño de dieciséis años. Esperaba que no fuese tan inútil como aquel entonces.
—¿Misión de qué? Oye, tú a lo mejor te pasas el día tirado en un sofá, robando o algo así, pero yo tengo un trabajo decente... ¿cómo me has encontrado?
Le imitó al no darle tiempo a responder. El vampiro dio media vuelta dispuesto a marcharse del instituto. Aquello podría ser simple para Aarón, pero para Spalen era un tanto difícil. Si llevaba el uniforme, pensarían que es un alumno que se quiere escaquear. Pero como nunca lo han visto por ahí, preguntarán nombre... Y se metería en un lío de los gordos. Por lo que tuvo que esconderse tras las columnas del edificio para que no lo vieran. Se sentía como un espía de película, aunque no era momento de hacer comparaciones así. Pudo ver cómo es que una alumna le ponía morritos a Aarón y se marchaba entre risas. Puso los ojos en blanco. Aquellas situaciones también ocurrían con frecuencia cuando los dos formaban equipo... Y parecía que se iban a repetir.
[...]
Nia ya había empezado con su turno. Sus dedos se deslizaban rápidamente, de manera casi mágica, por el teclado. Parecía que los clientes venían atraídos e hipnotizados por el suave sonido del piano, pues no habían tenido tanta clientela así en mucho tiempo. Atribuyeron el hecho de que la pianista parecía bastante buena. Fauna escuchaba la música tan relajante, mientras rápidamente iba sirviéndoles el desayuno a los clientes. Su estómago, al igual que el de la pianista, comenzaba a pedir comida nada más ver aquellos deliciosos platos de desayuno.
Cuando Nia terminó su canción, se levantó de su asiento y se dirigió a donde se encontraba ella, tomando su descanso.
—Disculpa que te lo diga... Pero... ¿No nos conocemos de algo? Tu cara me suena mucho.
Era difícil que Nia olvidase a alguien tan fácilmente, eso estaba claro. Tenía muy buena memoria característica de los de su raza. Fauna bajó la mirada al suelo mientras negaba con la cabeza, pensativa. Aunque también tuviese la misma impresión.
—¿Te apetece un café? Invita la casa, por supuesto.
Eso era extraño. Fauna era un tanto tímida y Nia lo había notado. Pero lo más extraño es que el hada no solía ser así de confiada con la gente. ¿Quizás es que Nia tenía algo especial? Esta se encontraba bastante convencida de que la conocía de algo, pero no podía recordar el qué.
—Sí, estaría bien... Después volveré al trabajo.
Su descanso de apenas unos cinco minutos se iba a prolongar por el desayuno. Su estómago le rugía y gracias al sonido de su instrumento nadie lo había notado. Y ella nunca rechazaba la invitación a café.
Fauna tenía demasiada curiosidad por la desconocida. Cuando las dos se sentaron, procedió a hacerle un intenso interrogatorio.
—Abrimos hace una hora y es el segundo grupo que viene. Eso nunca ha pasado. Tu música les atrae. ¿Está bien el desayuno? —Nia asintió mientras le daba sorbos al café—¿Y cómo empezaste a tocar el piano? Yo estudiaba música de pequeña, pero no llegué a especializarme en ningún instrumento. ¿También compones?
Paró un momento y esperó a que la rubia respondiese. Esta dejó el café en la mesa dispuesta a contestar.
—Comencé a los nueve años exactamente, con piezas sencillas pero a la vez conocidas. Algunas partituras, como la de My Heart Will Go On (Titanic) las saqué de oído, por lo que me interesé más en el instrumento. Y también compongo. Y canto, aunque en pocas ocasiones le pongo letra a mis canciones... No me he atrevido.
La voz de los elfos era divina, pero ella no tenía ganas de presumir en aquellos momentos.
—Ya veo... Creo que soy una mal educada... Ni siquiera me he presentado. Me puedes llamar Fauna.
Nada más escuchar aquel nombre, Nia se atragantó con el café que estaba bebiendo. Cuando consiguió volver a la normalidad miró directamente a los ojos a la chica, sin poder creérselo. Antes de que se diese cuenta, su rostro se iluminó. ¿Podría ser Fauna, aquella chica que luchó contra la oscuridad junto a ella y las demás? ¿La antigua compañera de equipo? ¿Una de las pocas personas a quien podía llamarle “amiga”? Debía mantener las formas. No era propio en si ponerse eufórica... Pero en el fondo estaba radiante de felicidad.
—Fauna...—repitió. Sus dudas habían desaparecido—Soy Nia. Ya sé de qué te conocía...
Fauna también estaba impresionada al escuchar el nombre de la chica. ¿De verdad después de cinco años el destino había sido tan generoso con ella como para traerle a su gran amiga? Al fin, se encontraba bien de tener a alguien con quien confiar y poder estar en su forma mágica a gusto.
—¿Nia...? ¿Nia... de Shalania?
Las sensaciones de ambas eran iguales: alegría. Pero a la vez tenían que ser discretas para no llamar la atención de Rodrigo.
—Sí. Nia de Shalania—por primera vez, sus ojos brillaban con ilusión—¿Podemos hablar luego en privado?
—Por supuesto—asintió con una radiante sonrisa en sus labios—Cuando cerremos, podemos ir a donde quieras.
—Pues... Sí, cuando cierre el local tendré tiempo libre.
Terminó rápidamente el café y su dulce de crema, dejando así el plato con unas cuantas migajas. Se limpio la boca con una servilleta y se levantó.
—Bueno, mis minutos de descanso han terminado. Seguiré tocando.
Sonrió después de hacer una inclinación de cabeza y dirigirse al piano. Mientras que la elfa tocaba, el hada se dedicaba a servir la comida mientras escuchaba. Estaba ansiosa por terminar de trabajar y ponerse a hablar con Nia inmediatamente.
[...]
Cuando al fin consiguió reunirse al exterior con Aarón, lo único que pudo hacer fue mostrarle una mirada gélida y para nada agradable. —A lo que has dicho antes... ¿Cómo que tirado en un sofá o robando?—casi gruñó—Yo al menos no me paso con crías de falda corta a mi alrededor, asaltacunas.
—-Son ellas las que me buscan a mí. ¿Ves? Los que somos guapos gustamos incluso a niñas humanas.
Aarón hinchó el pecho, con una expresión triunfadora. Spalen estaba apunto de poner la palma de su mano sobre su cara, en acto de desesperación.
—Y para que lo sepas, mi trabajo es más decente, ¿o acaso no has escuchado hablar de Alexander CS?
—¿Alexander CS?—repitió Aarón—¿El escritor? Ah, sí.¿Y por qué le metes en la conversación? ¿Tu trabajo decente, acaso, trata de matarle?
Spalen se llevó la mano al puente de la nariz, con exasperación. Para él, el vampiro no tenía muchas luces y era lo suficientemente imbécil como para no captar una indirecta.
—YO soy Alexander CS—suspiró.
—¿Qué... que tú eres quién?—ni pudo decir una sola palabra más. Comenzó a reír y a toser, mientras estallaba a carcajadas y el rostro de Spalen cada vez estaba más rojo de la ira. Si pudiese compararlo con algo, en aquellos momentos parecía un niño pequeño al que le habían quitado su caramelo—No me lo puedo creer.
<< Bueno, él es humano. Tiene el trabajo humano de escritor. Yo... soy un vampiro que me hago pasar por profesor de gimnasia humano y buenorro, trabajando en una guardería con crías que saben poner morritos>>
Spalen se cruzó de brazos al escucharlo, pero se limitó a entornar los ojos y a darle una nota. Aquella que le había pedido el mensajero que le diese a Aarón.
—Dejando de lado toda esa palabrería, han detectado actividad lumínica—le resumió, mientras estiraba los brazos—. Ya era hora de algo de movimiento. Espero que ya sepas lo que hay que hacer. No creo que seas tan imbécil como para no entenderlo.
Su mirada denotaba rabia hacia el vampiro.
<< ¿Es que no se puede convertir en cenizas al sol y me buscaría otro compañero de equipo? Lástima que las leyendas populares no sean ciertas. >>
—Vale, te dejaré que luches a mi lado. Tú fíjate en lo que yo hago y hazlo lo mejor que sepas. Voy a ganar, y con ganar me refiero a matar a todos esos hippies que visten de colores. Ahora, hazme el favor de quitarte ese ridículo uniforme. ¿Cuándo marchamos?
Rodó los ojos.
—¿Marchar? No seas impaciente. La impulsividad siempre ha sido algo que hemos tenido en nuestra contra. Esta vez vamos a hacer una divertida pero bien planeada jugada. Lo que hay que hacer primero es saber dónde se encuentra. Investigación, planteamiento.
—Y ten por seguro que no verás este uniforme nunca—añadió, con un gruñido.
—Vale, señor escritor, me convenció usted. Vamos a planear una buena jugada. Esta vez la oscuridad triunfará, por todo lo alto. No voy a morir por colaborar un poco contigo... Nos lo vamos a pasar bien torturando un poco a esas chicas tan dulces del bando de la luz.
Su sonrisa era un tanto malévola y aquello de colaborar le había sorprendido a los dos. ¿Estar de acuerdo en una cosa? ¿Era un milagro o una tragedia?
Spalen pestañeó varias veces, sorprendido. Cuando iba a preguntar sobre todo aquello, lo perdió de vista. Había cruzado por aquel callejón y se marchó. Pensó que sería mejor así. Y los dos pensaban igual: “cuanto menos tiempo contigo, mejor”.
Debido a que mañana se pondría a investigar con él, cogió el teléfono móvil, marcando el número de la biblioteca en la que iba a firmar libros.
—La firma de libros va atener que posponerse. Tengo motivos más importantes mañana.
Soltó un suspiro mientras escuchaba las quejas del encargado, ignorándolas por completo. Mientras hacía que escuchaba, emitiendo sonidos como “ajá” o “sí” a ratos, pensó que en realidad aquella sería buena oportunidad. ¿Quién no conocía de sus libros?
—No, olvide lo que he dicho. Estaré allí en la hora en punto—colgó de golpe mientras sonreía de lado. Seguramente se encontraría con bastantes lumínicos en la firma de libros. Estaba deseando hacer caza.
Lo mejor de todo es que esto iba a ser a las espaldas de Aarón, demostrando que no es un imbécil e inútil como decía.
Estaba ansioso por la firma.
[...]
Terminaron a las siete. El local estaba más lleno que nunca y Nia se sentía orgullosa de ello. A ninguno de los empleados se le había dado tiempo a descansar un rato. Por suerte, todo terminaba a las siete. Rodrigo les dio las gracias a las dos por el dinero recaudado y estas se marcharon dispuestas a disfrutar de su tiempo libre.
Nia se sentía bastante a gusto con su nuevo jefe. Los otros tan solo buscaban mujeres con un cuerpo bonito. Nada más ver aquellas miradas Nia los mandó bien lejos y buscó más trabajo. No era estúpida, su inteligencia élfica era mucho mayor que lo humana.
Bah, qué digo. Está cegada por la soberbia.
—Bueno... ¿a dónde te apetece ir? Tenemos que hablar de muchas cosas, pero contamos con toda la tarde por delante.
Nia se encogió de hombros, mirando fijamente a Fauna. Antes iban a ir al apartamento de ella, para que se pudiese cambiar de uniforme.
—Pues la verdad es que me gustaría ir a muchos lados—juntó los dedos, con una sonrisa ansiosa—. Pero para hablar de nuestros temas, lo mejor sería un lugar tranquilo... O donde tu prefieras. No sé, no tengo preferen... ¿Fauna?
Fauna se había quedado mirando algo, casi con la boca abierta. A pesar de que la elfa no entendía a qué se refería, el asunto era bastante serio. Lo había visto a él, caminando por las calles. A él. Le lanzó una mirada fría y llena de rencor. Pero claro, no se lo iba a decir a ella... No debía preocuparla con temas así.
[...]
Aarón necesitaba despejar la mente. Tenía muchas ideas y aquel día se encontraba de un mal humor horrible... Finalmente, entró en un supermercado, dirigiéndose directamente a una máquina de tabaco. Puso su dinero y escogió una marca al azar. Pulsó el botón, pero la caja de tabacos no estaba ahí. Golpeó la máquina varias veces. Hasta le dio patadas. Quizás pudiese sacar todo su mal humor contra la máquina.
Se dirigió a un empleado.
—Eh tú, sí, te hablo a ti muchacho. La máquina se ha quedado con mi dinero y no me da los malditos cigarros—se acercó mucho a él—Más te vale que salgan o tu cuello nunca más estará pegado a tu cabeza
—Eh... sí, caballero, espere aquí—el empleado, que apenas debería pasar los veinte, se marchó corriendo con el rostro lívido. Volvió con un montón de llaves, que debería abrir la puerta—A... Aquí tiene todas las marcas... Coja las que le apetezcan...
Que aquel chico sintiese miedo le gustaba. A él le gustaba el poder. Sin embargo, tan solo cogió la marca que había escogido.
Se marchó al hotel en el que se hospedaba permanentemente, cambiando su chandal por otra ropa, negra, como siempre. Sin embargo, en la camiseta llevaba un emblema de color rojo que destacaba bastante con el fondo oscuro. Tenía que ponerse manos a la obra para terminar su trabajo como oscuro cuanto antes. De todos modos, le gustaba eso de cambiar la rutina. Comenzó a pasear por las calles, dejándose guiar por su instinto.
Algo le dijo que en aquel cruce, en aquella multitud llena de mujeres y hombres, se quedase completamente quieto. Sus presentimientos no fallaban.
A unos cuantos metros de distancia, se encontraban dos chicas de aspecto universitario cruzando una calle perpendicular a la que se encontraba. Era imposible no reconocerlas en aquel mismo instante. Cabello rubio, ojos verdes, tez pálida y aquella forma de caminar tan orgullosa y típica de una elfa. Estaba claro que era Nia. Mientras que la que le acompañaba tenía una cabellera castaña con destellos cobres. Jamás podría olvidar aquella cara tan dulce y angelical, adornada con sus dos ojos celestes como el cielo. Fauna.
Había encontrado a las dos lumínicas con las que se enfrentó hace cinco años atrás. Aquello era un gran descubrimiento. Se fijó en que Fauna había vuelto la mirada hacia él. Parecía confusa, en sus ojos podía verse algo de temor al haberse encontrado con él. Le devolvió la mirada, alarmado y un tanto enfadado. Juraba venganza por aquellas derrotas de los años anteriores. Aquella vez la oscuridad iba a triunfar por todo lo alto.
Desaparecieron cuando pasó una enorme masa de gente. Ni siquiera se planteó ir a buscarla. Simplemente sonrió de una manera un tanto macabra, pensando en lo que acababa de encontrar.
Muchos dirían que era un golpe de suerte, pero no. Aquello era obra suya y lo mejor de todo.
Podría demostrarle al imbécil de Spalen que él era mucho mejor que él.
[...]
Nia seguía extrañada por el silencio de Fauna. Ella había sentido algo extraño, como una presencia oscura. Y se encontraba alerta de lo que pudiese encontrar. Dijese lo que dijese, aquel era un asunto importante. —¿Qué había pasado allí? Sentí algo extraño...
Antes de que pudiese responderle, escuchó el tono de llamada de su móvil. Lo cogió rápidamente para atender la llamada. La voz que venía en la otra línea telefónica era de una de sus compañeras de la universidad.
—¿Diga? Oh... Moa, ahora no puedo hablar contigo, llámame mañana... ¿¡Qué!? ¿¡QUE MAÑANA ES LA FIRMA!?
Una de las aficiones que compartía con Moa era que a las dos le gustaba el mismo escritor. Alexander CS, que iba a hacer una firma de libros justo al día siguiente. Se le había olvidado por completo. Sabía que la firma era próxima, pero no esperaba que encontrase trabajo tan fácilmente. Además, mañana tendría que estar ocupada toda la mañana. Se sintió mal. Por no acordarse de la fecha (debido a que Alexander CS era su escritor favorito) y porque tenía trabajo.
—Mañana no voy a poder ir... Ya sabes, trabajo. ¡Intenta conseguirme un ejemplar de Demonios Rojos II! Si es posible, que me lo firme... Jo, con las ganas que tenía yo de verlo.
Fauna aun se encontraba en estado de shock por lo que acababa de ver. Sin embargo, le pudo responder a Nia, un tanto extrañada.
—Nada... Nada, no te preocupes. Era... Era solo un amigo... Era raro verle ahí—parecía confusa, pero la elfa no dijo nada—. Eh... Un sitio tranquilo, pues nos quedamos en mi apartamento. Ayer hice limpieza intensiva, quitando lo de intensiva, pero está limpio y ordenado.
Cuando llegaron a su apartamento, ya tenían el tiempo suficiente para hablar de aquellas cosas. Nia se encontraba curiosa por saber quién era aquel amigo. Su mirada decía que tenía miedo... Eso es lo que más le sorprendía. ¿Quién le iba a tener miedo a un amigo? De todos modos, decidió restarle importancia. Se sentía afligida por la conversación por teléfono.
—Yo quería ir a la firma de Alexander CS, pero cambio de planes—sonreí—. Bueno, ¿qué tal tu vida?
—Mi vida va bien. Decidí instalarme en esta ciudad porque es bonita y acogedora. Estaba un poco desorientada. Por suerte, conocí a mi jefe, que me ofreció trabajo y me dijo donde podía comprar el piso en el que vivo ahora.
Escuchar el nombre del escritor hizo que se fijase un poco más en ella, que estaba asintiendo en sus palabras. Parecía triste por no poder asistir a la firma de libros.
—Oye Nia, si estás tan entusiasmada por ir a esa firma de libros... puedes ir. No te lo pienses. Ven al trabajo cuando termines, yo me inventaré una excusa para mi jefe. Seguramente lo comprenderá. No te lo pienses dos veces.
En su mente tenía la mirada vengativa de Aarón. Como si la hubiese dibujado con un rotulador indeleble en su cabeza. Ni siquiera le dio tiempo a preocuparse por Fauna, aquello de poder ir a la firma de libros le había llenado de alegría.
—¿De verdad? Eres muy amable, pero no quiero meterte en líos.
Fauna sonrió, haciendo un gesto con la mano para restarle importancia. A las dos amigas les quedaba una larga tarde tranquila, hablando sobre su vida, sus viajes y lo mucho que se habían echado de menos.
Esa paz duraría tan solo unas horas.
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